La fatiga de decisiones se refiere al agotamiento mental y la disminución en la calidad de las decisiones que hay debido a la cantidad de toma de decisiones diaria. Cuantas más decisiones tengamos que tomar, más difícil será que éstas sean acertadas.
¿Cómo se manifiesta la fatiga de decisiones?
- Procrastinación: Postergar tomar decisiones porque tenemos la mente agotada para analizarlas
- Realizar elecciones impulsivas: Optar por la opción más rápida o más fácil
- Evitar tomarlas: Dejar que otros elijan por nosotros/as o evitar enfrentar ciertos temas
¿Cómo reducir la fatiga de decisiones?
- Priorizar las decisiones importantes y reducir las innecesarias
- Automatizar ciertas decisiones (ropa, comida, etc)
- Establecer rutinas
- Tomar descansos para recargar la energía mental
- Limitar las opciones o las alternativas
- Delegar cuando sea posible
- Entender que no todas las decisiones requieren un análisis profundo
- Evitar tomar decisiones en momentos de cansancio
- Entender que, a veces, elegir lo suficientemente bueno es más eficiente que lo ideal
¿Cómo tomar decisiones?
- Reducir el tiempo dedicado a tomar decisiones
- Tratar de identificar lo suficientemente bueno y rebajar las expectativas
- No utilizar tiempo para reevaluar la decisión ya tomada
- Reducir las alternativas a la hora de buscar tomar una decisión para arrepentirnos menos.
Como dato curioso, a corto plazo tendemos a arrepentirnos más de las cosas que sí hemos hecho. Por ejemplo, si pensamos en la última semana, es más fácil arrepentirnos de cosas que no han ido bien que de no haber actuado. Sin embargo, a largo plazo, tendemos a arrepentirnos más de las cosas que no hemos hecho. Por ejemplo, si pensamos en los últimos diez años, es más probable que nos arrepintamos de no haber viajado más o no haber invertido más tiempo en ciertas cosas que de lo realizado.
Tomar decisiones no es fácil. Tendemos a buscar no solo satisfacer nuestras necesidades sino a elegir lo mejor: el mejor psicólogo de Bilbao, el mejor restaurante de la ciudad, el mejor piso, etc. Y, a veces, precisamente esa expectativa es lo que nos genera ansiedad, frustración e irritación.